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Los argentinos y el cigarrillo: siete de cada diez piensan en dejar

La Nación - Martes 4 de diciembre de 2012

Cinco de cada diez hicieron por lo menos un intento de abandonarlo en el último año; la mayoría reconoce que el humo causa enfermedades graves en los no fumadores que lo respiran

Las imágenes en los paquetes de cigarrillos y la difusión masiva de los efectos nocivos del humo de cigarrillo parece finalmente estar dando resultado: siete de cada diez fumadores están pensando o planea abandonar la adicción, aunque son menos los que se animan a dar ese primer paso. Cinco de cada diez hicieron por lo menos un intento en el último año.

Otro cambio de actitud está en la percepción del daño que produce el humo de tabaco. A diferencia de lo que ocurría no hace tanto tiempo, cuando un fumador envalentonado se animaba a levantar la voz en un bar o un taxi para exigir que se respetara su "derecho" a fumar, el 98,3% de los argentinos mayores de 15 años dice saber que fumar causa enfermedades graves (no sólo respiratorias, sino también cardiovasculares, óseas y distintos cánceres). Esa percepción es apenas un punto menor en los fumadores.

Además, el 92,6% asegura saber que respirar el humo de tabaco ajeno también produce enfermedades. Entre los fumadores, esto ya no lo niega un 89%, comparado con casi el 94% de los no fumadores.

Todo esto surge de los resultados preliminares de la Encuesta Mundial de Tabaquismo en Adultos (EMTA), realizada localmente en una muestra representativa de la población argentina de más de 15 años. Este relevamiento, cuyo diseño responde a un protocolo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la asistencia técnica de los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades de los Estados Unidos, permite monitorear sistemáticamente el consumo de tabaco (con humo y sin él), el efecto de la publicidad y las actitudes de la población hacia el tabaquismo.

"Vamos mejor, por buen camino, pero aún falta un trecho por recorrer porque si bien las cifras del tabaquismo en general van disminuyendo en el país, también tenemos que pensar que es básicamente el efecto de las ordenanzas municipales y las leyes provinciales, porque la ley nacional antitabaco aún no está reglamentada y tampoco se ratificó el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT) de la Organización Mundial de la Salud. De hecho, somos el único país del Mercosur que no lo ratificó", dijo a LA NACION el doctor César Di Giano, presidente de la Unión Antitabáquica Argentina (UATA).

Sobre la aplicación de la EMTA, el neumonólogo consideró que es "positiva" y que contó con el apoyo de las asociaciones civiles. "Como en el resto de los países, la opinión pública está cambiando sobre el impacto del tabaquismo en la salud. Fumar no es bueno, y el humo de tabaco ajeno enferma y mata -sostuvo enfático Di Giano-. Y ya no hablamos sólo de la exposición al humo primario y secundario [ajeno], sino también del humo terciario, que son las partículas que pueden permanecer en un ambiente que permaneció cerrado dos o tres días después de un evento o una reunión en la que se fumó. Es ese ambiente en el que al entrar se siente olor a humo de tabaco. Esas partículas que quedaron en el ambiente también son perjudiciales para la salud."

El trabajo de campo de la EMTA quedó en manos de los técnicos del Indec a través de las direcciones provinciales de estadística. Los datos obtenidos de las 6645 personas mayores de 15 años entrevistadas en una muestra representativa de 10.000 hogares de las localidades de más de 2000 habitantes del país seleccionados al azar los procesó el Ministerio de Salud de la Nación.

Así se pudo determinar que fuma el 22,1% de la población o 6,1 millones de argentinos de 15 años o más, según precisó a LA NACION la doctora Marina Kosacoff, subsecretaria de Prevención y Control de Riesgos del Ministerio de Salud. También comentó que en los últimos tres años dejaron de fumar alrededor de 700.000 argentinos, si se ajustan los resultados a la población mayor de 18 años para poder compararla con los datos de la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, que se realizó en 2009 (ver infografía).

Humo de segunda mano

Pero la EMTA también detectó que el 31,6% de los adultos que trabaja en ambientes cerrados y el 23,2% de los que comieron en un restaurante estuvieron expuestos al humo de cigarrillo, aun cuando está vigente la norma que establece ambientes 100% libres de humo de tabaco. Además, que todavía el 40% de la población relevada advirtió publicidad de cigarrillos en los puntos de venta, y que el 50% la observó en eventos deportivos o reuniones patrocinadas.

Esto, para la Fundación Interamericana del Corazón (FIC) Argentina, que como la UATA trabaja contra la epidemia del tabaquismo, demuestra que todavía queda trabajo por hacer. "Nos falta información para dar una opinión, pero pensamos que la información de la EMTA será muy provechosa, aunque los resultados finales estarán disponibles en marzo o abril del año que viene", señaló la doctora Marina Alderete, vicedirectora de FIC.

Y agregó: "Si nos ajustamos a los datos preliminares, podríamos decir que todavía existe una alta exposición al humo de tabaco ajeno. Evidentemente, es necesario fortalecer su implementación. El otro punto es la exposición a la publicidad, la promoción el patrocinio, que llega al 50% de la población, lo que demuestra la importancia de restringir la publicidad, como lo establece el CMCT".

Y Di Giano sostuvo: "Hay que centrar los esfuerzos en el equipo de salud para que, cualquiera que sea la especialidad, les pregunten a los pacientes si fuman, si quieren dejar de hacerlo y para qué sirve, además de registrarlo en la historia clínica. El tratamiento debe ser interdisciplinario y múltiple porque se trata de una adicción peligrosa por su alta aceptación social"..

Los avances se deben a las acciones de prevención y control

En los últimos años se realizaron distintos estudios que muestran la evolución de la epidemia del tabaquismo en el país. Hace unos días, en el marco del Día Internacional del Aire Puro, el Ministerio de Salud de la Nación difundió que, según la Encuesta Mundial de Tabaquismo en Adultos, 700.000 argentinos dejaron de fumar en los últimos dos años.

Sin dudas es un dato positivo, que se suma a lo que otros estudios vienen demostrando. Sin embargo, más allá de los fríos números de las encuestas vale la pena analizar cuáles son los factores que han contribuido a que esto ocurra, en uno de los pocos países miembros de la Organización Mundial de la Salud que no ratificaron el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT), que además cuenta con una ley nacional reciente que deja de lado puntos clave como el aumento de precios y la reconversión de cultivos.

A pesar de estas debilidades, distintas provincias y municipios, así como la Ciudad de Buenos Aires lograron avances muy importantes al dictar sus propias leyes de control de tabaco, algunas de ellas más integrales y basadas en el CMCT.

La explicación de este fenómeno son justamente las acciones que el Programa de Prevención y Control del Tabaquismo (PPCT) del Ministerio de Salud de la Ciudad viene realizando en los últimos años: como el desarrollo de espacios libres de humo (que como está demostrado es una herramienta fundamental para la protección de la salud de los no fumadores y para retardar el inicio de los jóvenes en el tabaquismo); la prohibición de la publicidad del tabaco; la capacitación de los actores involucrados en el tratamiento, difusión e implementación de servicios gratuitos para dejar de fumar, y la incorporación de advertencias sanitarias en los atados, a partir de la ley nacional.

Puede decirse que la Ciudad de Buenos Aires es un ejemplo del trabajo permanente con un objetivo claro: la salud de la población. El monitoreo de las acciones que viene realizando el PPCT muestra los buenos resultados de las estrategias que se emplean. En los dos últimos años, la prevalencia de tabaquismo en la CABA ha disminuido de 28,7 a 25,3%, es decir casi 3,5 por ciento.

El trabajo en las provincias que poseen leyes de control de tabaco es similar, orientado a la disminución de la exposición al humo de tabaco ajeno y a la implementación de estrategias de prevención destinadas a los jóvenes y logrando así que los argentinos fumemos menos y tengamos mejor salud.

Esto es un claro aliento a continuar con las acciones que venimos realizando, articular esfuerzos y corregir lo que sea necesario para erradicar esta adicción, que mata a más de 40.000 argentinos por año y ocupa el 12% del presupuesto de salud.

"Saboreo lo que como, y ya no me agito"

Dos ex fumadores cuentan cómo lograron alejarse del humo

A los 62 años, Manuel tomó la decisión de dejar de fumar y lo logró desde hace ya tres meses. Después de muchas reincidencias, influyó un diagnóstico que no deja muchos caminos por seguir. Ahora, este comerciante está tratando "de a poco" que sus hijos lo imiten.

"Durante un chequeo médico regular, el médico me pidió una placa de tórax. Me dijo en broma que tenía los pulmones limpios, pero que veía algo en las placas que habría que consultar con un neumonólogo -cuenta-. Y esa manchita que le llamaba la atención a mi médico era un enfisema. Lo primero que me dijo el neumonólogo es que tenía que dejar de fumar."

Al ofrecimiento de asistencia en distintos centros especializados, Manuel le respondió que prefería hacerlo solo y ya hace tres meses que ni se acuerda del cigarrillo.

Recuerda que fumaba un atado por día o un atado y medio, y que era de los que se ponía una birome en la boca cuando no fumaba. "El problema no es la cantidad, sino fumar", asegura. Y cuenta que a un amigo que no fumó nunca le diagnosticaron la misma enfermedad, pero en el otro pulmón, por haber pasado muchos años expuesto al humo de tabaco. "Cuando se comparte un espacio con personas que fuman, se tienen las mismas enfermedades -precisa-. Esto demuestra que un cigarrillo ya es mucho."

Ahora, Manuel hace ejercicios de estiramiento y percibe que cuando respira se le llenan de aire los pulmones. "Saboreo lo que como y respiro -detalla-. Y ya no me agito tanto como antes." Afirma que dejar de fumar es más sencillo de lo que se piensa: "No sé si es fuerza de voluntad o bloquear la mente al consumo de este tipo de droga".

Valeria, de 32 años, ya lleva un año sin dar una pitada. Probó el cigarrillo a los 14 e intentó abandonarlo una vez, pero a los dos meses tuvo una recaída. Éste es su segundo intento y está contenta. "Esta vez por cuestiones de salud familiar y por mi propio deseo probé sola, aunque me ayudó un libro de autoayuda [Es fácil dejar de fumar si sabes cómo, de Allen Carr]. No es muy difícil darse cuenta de que el cigarrillo hace mal -dice-. Pero como el fumador no percibe una consecuencia inmediata ni el deterioro de su salud, no toma la decisión. El cáncer de mi mamá, que no tenía que ver con el tabaquismo, fue un detonante."

Al principio sentía que no podía seguir adelante. "Los primeros dos meses, pensaba solamente en abandonar el cigarrillo -recuerda-. Cada ataque me repetía: «No estoy fumando». Sentir que no voy a fumar nunca más todavía me angustia."

Empezó a correr para canalizar la ansiedad y llegó a tomar hasta cuatro litros de agua por día. Comía pastillas de mentol y más frutas porque sentía que le sacaban las ganas. "Lo dejé cuando tomé conciencia de que lo que tenía era una adicción y que no necesitaba el cigarrillo para vivir", dice. Como a casi todas las fumadoras, su mayor temor era engordar. "Fueron 5 kg, pero sabía que era mucho más pesado el tabaquismo que los kilos que engordé. Lo que hay que hacer es preguntarse qué rol tiene el pucho en la vida de cada uno."

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