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Pocos terminan la universidad

La Nación- Jueves, 24 de febrero 2011

Pese a la gran cantidad de estudiantes, egresa menos del 10 por ciento; coincidencia sobre la posibilidad de establecer un "impuesto" al graduado

Acorde con una tendencia internacional, son cada vez más los que en el país anhelan estudiar en la universidad y los que efectivamente se inscriben y comienzan a frecuentar sus aulas. La realidad argentina muestra, sin embargo, que muy pocos se gradúan.

Menos del 10 por ciento de los que se inscriben sale de la universidad después de siete u ocho años con un título debajo del brazo. El resto abandona los estudios o los prolonga indefinidamente. El fenómeno, conocido como "desgranamiento", es según el fundador de la Academia Nacional de Educación y rector de la Universidad de Belgrano, Avelino Porto, "un flagelo que afecta tanto a la universidad estatal como a la privada y que viene agobiando al país desde hace tiempo".

Mientras en las universidades brasileñas, por ejemplo, por cada graduado hay seis estudiantes, en la Argentina a cada nuevo profesional le corresponden 20 que están en camino de serlo. El número cambia según el año que se tome de referencia, pero la relación negativa entre cantidad de ingresos y egresos en el país es constante. En 2008, por caso, 1.276.885 estudiantes cursaban en 40 universidades y cuatro institutos universitarios estatales y sólo el 4 por ciento de ellos (55.581) obtuvo el título. Ese año, en tanto, los estudiantes en 41 casas de altos estudios y 11 institutos universitarios de gestión privada eran 317.040 alumnos, de los que egresaron 29.328, el 9 por ciento.

"Las tasas de graduación universitaria más altas corresponden hoy a países desarrollados, donde más de 30 jóvenes cada 100 en edad para graduarse han obtenido un título universitario", escribió Alieto Guadagni, miembro de la Academia Nacional de Educación, en el informe "Deserción, desigualdad y calidad educativa", publicado por Econométrica SA. "En el país son menos de 14 jóvenes cada 100 en edad de graduarse los que obtienen un título universitario; un nivel de graduación inferior al de Panamá, Brasil, México, Chile y Cuba", dijo Guadagni a La Nacion. Y agregó que las "cifras que están a contramano son las nuestras".

El académico recordó que "de la Universidad Nacional de Salta se graduaron en 2008 apenas 4,9 de cada 100 estudiantes que ingresaron cinco años antes; en Jujuy, 5,6; en la Universidad Nacional del Comahue, 5,8 y en la de La Rioja, 7,1" y que "el valor más alto en graduación entre las universidades públicas le corresponde a Córdoba, con 40 graduados cada 100 ingresantes.

La baja cantidad de egresados de universidades regionales o provinciales provoca "escalofríos", dijo Porto. "Y esto lo digo con preocupación, para que a esas universidades les vaya bien", dijo, para sostener luego que el problema de la baja tasa de egreso y alta proporción de deserción universitaria "arranca en el pozo negro que hay entre los niveles secundario y universitarios, entre los que no hay diálogo".

El secretario de Políticas Universitarias (SPU) del Ministerio de Educación de la Nación, Alberto Dibbern, coincidió en que el mayor esfuerzo es necesario ponerlo en la articulación entre secundario y universidad. Por eso, dijo, se ha implementado un programa que ya cuenta con 40.000 tutores que acompañen al estudiante en sus primeros pasos universitarios. Dibbern anunció que en breve se entregará a todos los ministros de Educación provinciales un documento con las competencias mínimas que piden las universidades a los alumnos que ingresan a ellas.

Otra de las estrategias puestas en marcha por el Ministerio de Educación nacional para retener a los estudiantes y acompañarlos hasta la graduación fue el programa de becas "Del Bicentenario", con el que, según Dibbern, se redujo en un año el 63% de casos de deserción.

"Impuesto" al graduado

Para el presidente del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y rector de la Universidad de Villa María (Córdoba), Martín Gill, la matrícula masiva de las universidades argentinas se origina en la gratuidad de la enseñanza y la "territorialización de la educación superior", es decir, la creación de nuevas universidades más al alcance de los habitantes del interior.

"La tasa bruta de matriculación en estudios superiores de jóvenes de entre 18 y 24 años alcanza en nuestro país al 60%, mientras que el promedio del continente es de menos del 30%", dijo Gill e identificó dos causas de este fenómeno. Una es la creación, desde hace dos décadas, de nuevas universidades "en el interior del interior" y la otra la gratuidad de la educación superior.

En este sentido ya nadie se anima a proponer abiertamente la posibilidad de arancelar la universidad pública, que se dio en duros términos durante los años 80.

Pero sí hay coincidencia entre los actores universitarios -rectores, docentes, estudiantes, expertos- en que sería factible implementar una especie de "impuesto al graduado", tal como lo hace Uruguay, donde, a través de un fondo de solidaridad, cada graduado debe abonar, luego de cinco años de ejercicio profesional y en concepto de "devolución", una cierta cantidad de su ingreso. "Esto sí puede ser factible", dijo Dibbern y agregó que con ese dinero se podrían dar becas para que los estudiantes de menos recursos puedan terminar sus estudios.

Diferencias en el seguimiento y las carreras "blandas"

"El XXI pasará a la historia como el siglo de la Universidad, ya que cada vez son más los estudiantes universitarios en todo el mundo", dijo a La Nacion Alieto Guadagni y recordó que hacia 1970 los universitarios eran 28 millones en todo el planeta, mientras que ahora superan los 160 millones. "En la primera década de este siglo se ha acelerado el crecimiento de la matrícula, que ya apunta hacia su duplicación, América latina no es ajena a este proceso, ya que hoy hay nada menos que 11 veces más universitarios que en 1970", dijo.

En el país las matrículas también crecen a la par del aumento en el número de universidades.

Aquí los números evidencian también una mayor cantidad de graduados en universidades privadas que en las públicas. Una diferencia que se atribuye a que, en el ámbito privado, hay más exigencia y seguimiento personal de los alumnos junto a una menor dificultad en el contenido de las disciplinas que ellas dictan. Se objeta a las privadas que ofrecen títulos en Ciencias Sociales y no en las básicas o aplicadas que son necesarias para la producción y desarrollo del país. Pero la preferencia por las carreras "blandas" no es exclusividad de los estudiantes de las privadas. De hecho, como recuerda Andrés Oppenheimer en su libro ¡Basta de historias!, "en un país que necesita desesperadamente ingenieros, agrónomos y geólogos", en la Universidad de Buenos Aires "se gradúan 1500 psicólogos y apenas 500 ingenieros por año". Es decir que, si se considera por ejemplo los graduados en ingeniería industrial, agrega Oppenheimer, "la mayor universidad argentina está produciendo nada menos que 10 psicólogos para ponerle las ideas en orden a cada ingeniero industrial".

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