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Mendocino analiza el comportamiento de un glaciar en la Antártida

Los Andes - Miércoles 27 de marzo de 2013

Durante un mes, dos científicos argentinos, entre ellos el mendocino Gabriel Cabrera, monitorearon el comportamiento de un glaciar en el territorio antártico.

En un remoto lugar de la Antártida, sobre el mar de Weddell, a 60 kilómetros de la base Marambio y 3.550 kms de Mendoza, dos científicos argentinos estuvieron un mes estudiando el glaciar Bahía del Diablo, uno de los 120 que a nivel mundial se están observando para saber cuál es el comportamiento de estas grandes masas de agua congelada, vitales para la humanidad.

Quienes llevaron a cabo la campaña, en el verano antártico, entre el 13 de febrero y el 15 de este mes, fueron el porteño Sebastián Marinsek (35, ingeniero electrónico) y el mendocino Gabriel Cabrera (57, ingeniero industrial).

El territorio del experimento fue la desolada isla Vega, y su única compañía animal fue una perezosa foca, además del viento permanente, a veces muy despiadado; en ocasiones, una brisa fuerte. Por raro que parezca, según confío Cabrera, un veterano de casi 50 ascensiones al Aconcagua, en la época de su permanencia en el suelo helado del continente blanco, no hace más frío que en una ladera del coloso de América, por encima de los 5.000 metros.

La misión correspondió al plan de trabajo del Instituto Antártico Argentino, dependiente de la Dirección Nacional del Antártico, como parte de la campaña estival, que dura entre diciembre y marzo.

El hombre de nuestra provincia fue invitado por el ingeniero Pedro Skavarca (69), jefe de la División Glaciología del Instituto Antártico, en razón de los estudios practicados por Cabrera en los glaciares de los Andes centrales, y porque además es poseedor de  equipos geodésicos de última generación y un radar de alta penetración, que permite medir el espesor del hielo.  

Cabrera, profesional principal del Conicet-Mendoza en el Ianigla, es ingeniero industrial de base, pero por la formación de los últimos 35 años, se convirtió en experimentado glaciólogo.
Una característica de la operación realizada por el mendocino y su colega porteño, es que los técnicos no se asentaron en ninguna de las bases nacionales, sino que instalaron su campamento en el suelo yermo de la isla Vega, que es desierta y no posee ninguna construcción.

Al sitio del exprimento, los investigadores llegaron en helicóptero, procedentes de la base Marambio, con varios kilos de equipamiento, entre el que se encontraban carpas polares de alta resistencia y muy pesadas.

El elegido

Como se ha adelantado, la formación estudiada es el glaciar Bahía del Diablo, abarcando un área de estudio de 14 km2 de superficie, sobre un total de 30 km2  (en Mendoza tienen menos de un km2), y a 50 m sobre nivel del mar. Esa gruesa masa de hielo fue seleccionada en 1999 por el Instituto Antártico Argentino, con el propósito de hacer un seguimiento de su evolución, tarea que se llama balance de masa. Es un estudio que define cuánta masa ganan los glaciares en invierno y cuánta pierden en el verano, y cuál de ellas supera a la otra. "Si el resultado es negativo, lo que ocurre  es que se empiezan a consumir reservas (el hielo) de años anteriores; es como si nos empezaramos a gastar las 'joyas de la abuela', que en esta caso provienen de las glaciaciones de hace 10.000 años", ejemplificó el experto escalador.

Por eso se monitorea en el planeta, por iniciativa de Naciones Unidas, el balance de masa de los glaciares distribuidos en todo el mundo. En este momento son 120, ubicados en 9 zonas diferentes, y en la Antártida, el Bahía del Diablo es el único de esa serie mundial de elegidos.
Explicó Cabrera que de los glaciares del mundo, entre 80% y 90% están retrociendo, y sólo el resto está en avance. "Bahía del Diablo -señaló el investigador- ha presentado en la última década algunos años de resultados positivos, lo que es importante porque 90% del hielo del planeta se encuentra en el gigante blanco". El resto de la masa congelada se distribuye así: 9% está en Groenlandia, y el 1% en las cordilleras.

Los estudios realizados para hacer balance de masa consistieron, básicamente, en medir la acumulación de nieve y tratar de encontrar la capa de hielo del año anterior.
Lo novedoso de la actual experiencia fue que se hicieron perfiles de radar, que midieron 200 metros de espesor de hielo. Para comparar, en los glaciares de la cordillera de los Andes,  en Mendoza por caso, se miden pocas decenas de metros, 40 metros como máximo.

El mendocino dijo que no se conoce aún el resultado final de la campaña, pero estima que será neutro. "El glaciar perdió en el estío, lo mismo que ganó en la temporada invernal", resumió.
Como vivencias personales, los glaciólogos tuvieron en general buen tiempo, salvo 4 jornadas en las que el viento huracanado no les permitió salir de las carpas. "En esas jornadas tuvimos 10° centígrados bajo cero nocturnos, y en el día, 4 grados negativos, pero en promedio la estadía  registró 5°C bajo cero en las noches, y 2 o 3 grados positivos durante el período de luz solar", recordó el andinista.

La única fauna observada por los dos amigos fueron una foca de Weddell, de unos 3 m de largo y 300-400 kilogramos de peso, y unas aves marinas, skuas, parecidas al albatros. El investigador del Ianigla comentó que el estudio realizado será remitido al Servicio Mundial de Monitoreo de Glaciales, en Ginebra (Suiza), organismo que depende de la Unesco, para ser colocado dentro de la estadística internacional.

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