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La historia de 600 mujeres que, en condiciones de adversidad, buscan cambiar sus vidas

El Sol - Jueves 24 de julio de 2014

Están contenidas en el programa nacional "Ellas hacen" que implementa la comuna de Capital. Se capacitan y estudian. Organizan 26 cooperativas.

Los conocidos barrios del oeste de la ciudad de Mendoza como La Favorita, San Martín, Flores y Olivares tienen 35.000 habitantes y cientos de historias sobre los difíciles comienzos de una barriada muy intensa. En ese lugar, 640 mujeres que viven en condiciones adversas, y que en gran parte son objeto cotidiano de la violencia de género, tratan todos los días de cambiar sus vidas.

"Cuando terminé la primaria mi mamá me dijo que no seguiría la secundaria porque yo no entendería nada y me mandó a hacer un curso de corte y confección. Ahí tengo el diploma", dice Liliana Sandra Ayala, de 38 años, madre de cuatro chicos de 3, 5, 6 y 13 años de edad, vecina del barrio Santa Rita de ciudad. Su amiga, Lea Estela Maris Cornejo, de 34 años y madre de cuatro hijos de 2, 3, 6 y 14 años, que habita en su casita del barrio Flores Sur, aprueba lo que dice su compañera. Ambas están estudiando el primer año para terminar la secundaria : tres días van a la escuela y dos días concurren a realizar tareas comunitarias.

Sandra y Lea, como las otras 638 mujeres, forman parte del programa financiado por el Gobierno nacional que se vertebra en la ciudad de Mendoza con las políticas sociales del Gobierno municipal. "El fin que se persigue es que estas mujeres tengan una capacitación que les permita estar en las cooprativas que por estos días se están organizando para que con el tiempo dejen los subsidios del Estado y tengan una fuente laboral autónoma", dijo la secretaria de Gobierno del municipio de Capital, Sandra Gómez.

Para formar parte del programa las mujeres deben cumplir con algunos requisitos, según explica la arquitecta Viviana Espina, coordinadora técnica general. Esto es, tener por lo menos tres hijos o algún hijo discapacitado, ser víctima de la violencia de género. Perciben 2.000 pesos por mes y se comprometen a capacitarse para prestar trabajos comunitarios y terminar la escuela primaria o la secundaria. Espina subraya la capacitación laboral pero sostiene que es importante también la contención social del grupo: "Las escuchamos con nuestras profesionales para ayudarles".

Polo productivo: bloques y adoquines.

"Yo acepté formar parte de esta actividad con muchos temores pero después me integré y finalmente tengo un grupo de amigas con quien conversar, nos entendemos proque tenemos problemas similares" afirma Lea. Con dolor recuerda que "me casé cuando tenía 17 años con un hombre de 34. Me dominaba y no me dejaba hacer nada. Él me gritaba: 'vos hacés lo que yo diga porque te doy de comer y te visto'. "Ahora", dice con orgullo, "ya no es lo mismo. Me doy cuenta que puedo hacer las cosas sola, puedo vivir con mis hijos y trabajar para mejorar".

Al profundizar su re-encuentro con la escuela, reconoce:"conocimos otro mundo, se nos abrió otra clase de vida. Ahora puedo entender que San Martín no es solo una estatua sino que es un ejemplo que podemos seguir en la vida". Lea se entusiasma y reconoce que "antes teníamos la autoestima baja y ahora sabemos que podemos trabajar y tener amigas". "Conozco a muchas mujeres que cambiaron gracias a que están en equipos dentro de este programa. Dejaron la prostitución o ya no delinquen más, por ejemplo".

Mientras tanto, Liliana, que con su amiga están cursando el primer año de la secundaria, dijo que "estoy entusiasmada con el estudio y quiero terminar para que mis hijos se sientan orgullosos de mí".

Ante un entusiasmo que no tiene fin, Lea confiesa que quiere ser enfermera:"Yo puedo" señala con orgullo. Liliana no se queda atrás: "Yo quiero estudiar para asistente social porque me gusta ayudar a la gente".

Las 640 mujeres trabajan en tres puntos distintos: 130 están en el Centro Integrador Comunitario 2, del barrio Soberanía; 360 trabajan en La Favorita y 150 se encuentran en el barrio San Martín.

Las tareas comunitarias consisten en arreglar veredas con hormigón, hacer revoques de paredes, bancos de cemento para paseos públicos, bloques y adoquines de cemento. Pintan paredes y plantan árboles y plantas en parques y jardines. "Ellas son albañiles, pintoras, carpinteras, lo que haga falta" destaca la arquitecta Viviana Espina.

Fabricando adoquines.

Con las mujeres del CIC del barrio Soberanía, trabajan el ingeniero Enio Gallina, el técnico en Higiene y Seguridad, Diego Yancarelli, y la técnica Romina Escudero.

En junio de este año, comenzó la organización de 26 cooperativas que tienen por objetivo nuclear a todas las chicas, de acuerdo a sus capacitaciones, para que tengan finalmente un trabajo que las pueda sostener.

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