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Jóvenes crean un refugio para proteger a mujeres maltratadas

Uno - Domingo 19 de mayo de 2013

Integran la Fundación Sobran los Motivos, después de ser testigos de situaciones de violencia de género. Las víctimas están allí de manera transitoria, para empezar de nuevo. Algunas historias.

Fueron testigos directos o indirectos de situaciones de violencia contra las mujeres y entendieron que no podían quedar impávidos frente a la problemática. “Dejar los pies en el plato y mantenerlos, es bastante más difícil que sacarlos”.

Convencidos de este principio crearon un refugio para que las afectadas y sus hijos, que también padecen el hostigamiento, pudieran empezar a salir.

Fundación Sobran los Motivos es el nombre que le dieron al albergue que brinda mucho más que contención, ya que les proporciona a ellas los primeros medios necesarios para alejarse del agresor. Cuando el miedo, la imposibilidad de huir de la casa –porque no tienen a dónde ir– y el temor a perder los hijos frenan la decisión, esta casa aparece para abrir puertas.

La organización se gestó y gestiona a pulmón. Y no hizo falta mucho para que aparecieran los ejemplos: en dos meses recibieron a 15 mujeres provenientes de distintos puntos de la provincia, víctimas de maltrato y diversos tipos de violencia. Conocieron la existencia del refugio porque los voluntarios llegaron a su ámbito cercano con folletos, o porque fueron derivadas desde alguna municipalidad, ya que quienes conforman esta ONG establecieron contacto con las áreas que abordan la temática en los 18 departamentos.

Ana (nombre ficticio para proteger a la víctima) cumplió los 21 hace poco. Durante los últimos seis años de su vida realizó nueve denuncias policiales, algunas de ellas por amenazas de muerte. No obtuvo respuesta. Cuando los golpes de su pareja –con la que convivió desde los 14 y tuvo tres hijos– viraron a encierros y privación de la libertad, activó por teléfono los mecanismos públicos de seguridad, pero su agresor regresó y nadie había respondido a su llamada. Fue en un centro sanitario donde surgió la primera posibilidad: allí se enteró del refugio.

Le pidió a la madre que la llamara en un momento determinado del día: “Ya vengo”, fue lo último que le dijo a su victimario. Tomó los documentos de los chicos, los abrigó y empezó a pensar en que era posible un “nunca más”.

Los golpes, parte de la relación

“Intentamos que sea algo medianamente deliberado, que quien sufre esta situación tome concientemente la decisión respaldándose con determinado tipo de medidas. Por ejemplo, asegurándose de llevarse la documentación propia y de los niños, y sus libretas escolares. Siempre hay excepciones, y así como algunas víctimas vienen sólo por asesoramiento (dado que ya tienen dónde quedarse) otras, como Ana, permanecen más tiempo”, explica la abogada de la institución, Belén Real.

Para Ana el panorama no es muy alentador. Si bien en la fundación tuvo acceso a las herramientas indispensables para reconstruir su vida, la dependencia económica de su pareja y la escasez de vínculos cercanos hacen difícil que hoy pueda resolver cuestiones como la vivienda y el sustento.

Convivir con el maltrato durante tanto tiempo selló en ella una “naturalización” de lo padecido. “A los golpes e insultos ya me había acostumbrado, eran parte de nuestra relación. Lo que más me sacaba era el maltrato hacia mi hijo mayor, al que no dejaba tranquilo”, dice con la guardia baja, confesando sin más que antes de encontrar el refugio pensaba: “Tarde o temprano me va a matar”.

La transitoriedad, que sea el albergue un lugar de paso, no es casual. “No queremos que la excluida sea la mujer, sino el agresor. Por eso la importancia de brindarle los medios para que sintiéndose protegida, empiece a buscar por dónde construir su camino”, sumó Soledad Benegas, fundadora de Sobran los Motivos.

Es que, como le sucedió a Ana, muchos victimarios denuncian a las mujeres por abandono y piden la averiguación de paradero, para seguirles el rastro.

Por eso la importancia del asesoramiento jurídico (la denuncia y medidas cautelares de protección) que desde la organización también les gestionan, protegiéndolas así del círculo de violencia.

También la contención social es vital –asistencia sanitaria, conexión con escuelas para los chicos y, otras veces, subsidios para que puedan acceder a un alquiler– mientras desarrollan el otro proceso, psicológico, más largo y complejo.

Algunas se van a otra provincia

Una casa, con las condiciones básicas, es lo que ofrece esta fundación superficialmente: comida, afecto, distracción. Pero en esas cuatro paredes hay un objetivo prioritario: la seguridad (con el amparo de un techo protegido) en el momento de la decisión de dejar al agresor, cuando éste todavía es una amenaza latente.

El círculo se completa con la reconstrucción de los lazos cercanos que no se perdieron durante la situación de aislamiento –algo buscado siempre por sus victimarios para poder mantener el dominio–, que les sirven para surgir a la vida de nuevo.

“Algunas chicas han sido reubicadas en otras provincias. Contamos con la colaboración de municipios, como el de Capital y del Gobierno de Mendoza”, aclara Soledad, y sigue pensando que los motivos sobran pese al esfuerzo.

Piden pañales y voluntarios

Como la fundación que ayuda a víctimas de violencia de género se gestiona a pulmón, son muchos los elementos y servicios que necesitan para la función relevante que cumplen.

Quienes quieran aportar pueden hacerlo al 428-2938.

- leche y pañales: además de las mujeres, en el refugio se contiene a sus niños, cuyas necesidades son varias.
- rollizos de madera para muebles.
- Juguetes, útiles y hasta películas, para generar actividades lúdicas.
- Frazadas.
- elementos de limpieza e higiene, planchas y otros electrodomésticos.
- Voluntarios: desde la fundación pidieron que aquellos que puedan brindar sus servicios para la contención de las víctimas también pueden comunicarse.
Por ejemplo, requieren asistencia psicológica.

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