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Ayudan para la reinserción social de indigentes

Los Andes - Miércoles 11 de julio de 2012

El recientemente inaugurado hogar albergue Ceferino Namuncurá, de Las Heras, no sólo brinda tareas de contención para personas sin lugar donde vivir. En una nueva etapa de su labor, intenta prepararlos para que puedan volver a la vida común diaria.

Hace poco menos de un mes, con la urgencia de brindar un lugar para dormir a medio centenar de personas en situación de calle, un grupo de organizaciones sociales y religiosas y el Gobierno de Mendoza pusieron en funcionamiento un albergue nocturno en el oratorio Ceferino Namuncurá (San Miguel al 500, Las Heras).

Si bien el trabajo en el espacio físico comenzó el 15 de junio, desde febrero Desarrollo Social y las distintas organizaciones y agrupaciones comenzaron a delinear las acciones que incluyen no sólo la prestación de un lugar para dormir en las gélidas noches invernales sino también un proyecto de seguimiento individualizado.

En un principio se trabajó en la inclusión de esas 50 personas, con quienes las distintas agrupaciones ya venían trabajando desde hacía mucho tiempo, como parte de la primera etapa del proyecto.

Y la semana pasada dieron inicio a los trabajos de promoción para que una vez que pase el invierno y en el oratorio ya no funcione el albergue nocturno, la mayoría de esas personas estén más cerca de tener sus propios medios para salir de la calle.

"Para mí, pasar por ese lugar ha sido una experiencia muy fuerte. Te juro que no sabía que existía este submundo en Mendoza e impresiona mucho conocerlo. Te moviliza desde adentro conocer esas personas, escuchar sus historias y darte cuenta de que hay gente que cree que no existe una salida. Pero existe, es una tarea difícil, pero no imposible", destaca Amanda, una mujer de 62 años que llegó con mucha desesperanza al hogar y hoy no encuentra palabras suficientes para agradecer el haberse reinsertado y estar trabajando como dama de compañía de una anciana en Mendoza.

Otra oportunidad

Amanda tiene 62 y ya ha transitado gran parte de su vida. Es enfermera, pero hace tres años no ejerce en su profesión y en el medio hizo lo posible para subsistir como vendedora, aunque sin demasiado éxito.

"Con lo poquito que me quedaba de plata, un domingo (el 17 de junio) compré Los Andes para buscar trabajo en los clasificados y casi sin querer me enteré de la existencia del albergue en el oratorio", cuenta la mujer con un tono de voz en el que se evidencia una mezcla de nostalgia y de renacer después del fin del mundo, o al menos de su mundo.

El oratorio al que se refiere Amanda (que prefiere que no se de a conocer su apellido) es el de Ceferino Namuncurá, de la orden de los salesianos, y donde desde mediados del mes pasado se habilitaron 50 camas para darles refugio a los sin techo.

Allí se recibe a jóvenes (mayores de 18 años) y no tan jóvenes que no tienen un lugar para vivir y que -por lo general- están en contacto con organizaciones que les brindan asistencia desde hace ya varios meses.

"Lo mío es un poco inexplicable. De un día para otro simplemente no tenía un lugar a dónde ir y caí casi de casualidad allí. Y como todos venían de distintos grupos, me preguntaban a mí de cuál venía. 'Soy autoderivada', les contestaba", destacó entre risas la mujer.

Desde hace unos días, y tras permanecer una semana en el albergue, Amanda tiene a su cuidado a una mujer con un cuadro de depresión. Y, aunque es un trabajo, se acompañan y disfrutan de la vida y compañía juntas.

"Siempre soñé con tener una hermana y ahora la vida me ha dado esa oportunidad. Trato de ayudar a la mujer que cuido en todo lo que puedo a nivel anímico, y con mi 'hermana' somos muy felices juntas", agrega.

Lejos quedaron aquellos días en que perdió su anterior trabajo ("y con él sentía que perdía todo") y hoy Amanda disfruta de su segunda oportunidad.

"La vida sin trabajo no es vida para mí. Mientras estaba en el albergue escuché gente con historias muy duras, y entendí por qué hay tanta desesperanza, tanta impotencia y tanta resignación. Hay que entender que para mucha de la gente que está ahí vivir en la calle ya es un estilo de vida. Pero es increíble el trabajo que hace la gente, el trabajo de las organizaciones, de los voluntarios. Al principio puede parecer imposible el salir, pero con el tiempo te das cuenta de que es difícil, duro. Pero no imposible", sostuvo la mujer.

En sus palabras no hay bronca ni dolor. Todo lo contrario: hay mucha esperanza.

"Si tuviese que dar un mensaje no se lo daría a la gente que está ahí, sino a toda la población. Hay que decirle 'no' a la discriminación, a los calificativos, a los prejuicios. Hay que decirle 'sí' al amor, a la comprensión. Fue muy shockeante para mí estar ahí al principio, pero con el tiempo uno comprende muchas cosas. Hay que ayudar, siempre", reflexiona al cierre de la charla.

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